En tiempos en que el mundo discute sobre privacidad y seguridad en la web, Kaspersky Lab, la compañía del magnate ruso Eugene Kaspersky, rankeada como una de la empresas de tecnología más innovadoras del planeta, se dedica a vender justamente alta.
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“El mayor problema (de ciber-seguridad) de los latinos es que son demasiado sociales. Esa región es más confiada y cálida con sus contactos”, comenta Dmitry Bestuzhev, encargado de Kaspersky para la región.
“¿Un lugar cien por ciento seguro y privado, donde nadie pueda acceder a tus datos? Seguro que existe: en Siberia. Allá no hay teléfonos, conectividad, electricidad ni nada. Es por lejos el lugar más seguro que conozco”. El que habla es fuente interesada: a Eugene Kaspersky, mandamás de Kaspersky Lab, le conviene contarnos sobre lo inseguro del mundo. Su empresa se dedica al negocio de los antivirus, y él jocosamente comienza a relatar el estado de la ciberseguridad mundial en su cuartel general.
Estamos en el corazón de Moscú. Es pleno verano y el aire está menos que tibio. Nubes grises cubren el cielo sobre el Volga y comienzan a caer los primeros goterones sobre las calles. Es domingo y la mitad de la ciudad se ha preparado para una nueva versión del Moscow City Racing, evento donde las calles de la capital rusa sirven de asfalto para autos de carrera, rally y Fórmula 1 . Todo se mezcla entre promotoras, pantallas gigantes de video y cientos de personas ansiosas de ver pasar a los bólidos.
Kaspersky es socio de la escudería Ferrari, un excelente ejemplo de branding para una marca que inicialmente se podría asociar estrictamente con computines y geeks. Kaspersky Lab es ya una empresa multinacional pero tiene su sede en Moscú, en tres ultramodernos edificios corporativos rodeados de jardines, que cuentan con sus propias canchas de fútbol, vóleibol e incluso con su propia marina, lo que permite brindar un ambiente playero a sus más de 2.700 empleados. Great place to work, sin duda.
Fundado en 1997 por Eugene y Natalia Kaspersky, Kaspersky Lab es uno de los grandes jugadores en el siempre lucrativo mercado de la seguridad informática, que funciona, en cierto modo, como las funerarias: siempre tendrán trabajo. Y si antes los diversos tipos de virus infectaban computadoras y libretas de direcciones a través de troyanos escondidos en programas ejecutables o discos, hoy a eso se le suma el inmenso tráfico en redes sociales, dispositivos móviles y ese link que parece inocente, pero es un anzuelo para que el usuario les abra la puerta a sus archivos. O le pase sus datos personales a un extraño.
Este mercado, que ha ido creciendo, evolucionando y reinventándose con los años, está dominado principalmente por marcas como Avast (17,5%) y Microsoft (16,8%). Debajo de ellos, podemos encontrar marcas como ESET, Symantec, McAfee, AVG y, claro, a Kaspersky, que tiene casi un 6% de participación.
Como el uso de computadores de escritorio va en franco descenso a favor de los dispositivos móviles, el malware, como se conoce genéricamente a cualquier software que busque atentar contra la seguridad de un terminal, evoluciona justamente hacia esos aparatos, donde las redes sociales son un caldo de cultivo perfecto para acceder de manera maliciosa. Es entendible: acceder a un dispositivo móvil desde, por ejemplo, una red wi-fi desconocida, puede ser la puerta de entrada perfecta para algún ansioso. A todos nos pasa. Y el fin es el mismo: provocar daño o recoger datos personales “a la mala”.
Una de las regiones más propensas a caer en estas trampas virtuales es Latinoamérica. La razón es sencilla, según explica Dmitry Bestuzhev, encargado de la región. “El mayor problema de los latinos es que son demasiado sociales. Esa región es más confiada y cálida con sus contactos. Sospechan menos, o puede ser que haya más ingenuidad por parte de los usarios”, comenta. El blanco de los creadores de malware apunta principalmente a al Cono Sur, específicamente a cuentas bancarias. El phishing (correos fraudulentos que se hacen pasar por casas comerciales o bancarias para obtener datos), por ejemplo, es altísimamente común. Porque saben que los usuarios son más curiosos a la hora que les llega un link, ya sea vía Facebook o a través de un mensaje directo en Twitter, aunque hace la excepción de que la red social de Zuckerberg es más abierta a recibir estos problemas, a diferencia de Twitter, donde los usuarios están más atentos a virus de origen extraño y, por lo mismo, menos rentables para los atacantes. “Es más, Twitter realizó una limpieza gigantesca hace un par de años, donde erradicó y bloqueó a la mayoría de las cuentas falsas que generaban malware”, agrega Bestuzhev. Al contrario, dice, en Facebook los usuarios “se cuestionan poco y nada el origen de los links y les hacen click sin mayor problema. Desde ahí es difícil dar la vuelta atrás”.
La amenaza tampoco deja afuera a los videojuegos. En aquellos multijugador, donde uno se puede encontrar virtualmente con cualquier persona en el mundo, las posibilidades de acceder a un link o código virulento son altas. “Por otro lado, también está el tema de las monedas virtuales (como Bitcoin) y los bienes en juegos de rol (como el World of Warcraft) que son vendidos en el mercado negro virtual por dinero real. Eso técnicamente también es un crimen, por el no pago de impuestos”, concluye el especialista ruso, quien vive en Ecuador.
-¿Y de dónde proviene la mayor cantidad de virus en el mundo?
-De Rusia, acá mismo.
EDWARD, EL INNOMBRABLE
En los cuarteles centrales de Kaspersky Lab, como es de esperar, los salones están repletos de computadores. Muchos de ellos, con páginas y páginas de código crudo. La carrera por estar al día con los nuevos virus es constante. Pero más allá, se suma un nuevo factor, que este año se ha puesto al rojo vivo: la seguridad y privacidad de los datos del usuario.
Justo hace algunos días, Kaspersky detectó brechas de seguridad en la nube de Google y, días después, que el sitio web del Dalái Lama estaba infectado con un virus espía y llamó a la comunidad a no acceder a éste. Una advertencia que levantó polémica. Pero esa es justamente la misión que asumen en Kaspersky. Más allá de ofrecer sus productos -gratuitos y de pago-, dicen que deben alertar a los internautas de posibles ataques o hackeos. Por lo mismo, el caso del contratista estadounidense Edward Snowden -buscado por la justicia de su país tras revelar el sistema de espionaje de su gobierno- es un tema sensible para su cofundador. Sobre todo considerando que está asilado, por lo menos provisoriamente, en ese país.
-¿Le daría trabajo?
-Por supuesto que no, contesta Kaspersky con firmeza.
Eugene Kaspersky (47) es un tipo orondo, carismático y algo extravagante, graduado del Instituto de Criptografía en Rusia, a quien el tema Snowden de hecho lo pone claramente nervioso. Lo reconoce cuando le preguntamos. Dice que es un tema con “demasiados matices”, y que es imposible tomar partido por uno u otro lado. “Por un lado, es imposible determinar cuántas vidas se podrían haber salvado; por el otro, el tema de la privacidad es muy delicado”. Y antes de que pudiera ahondar un poco más, el encargado de prensa interviene con un next question, please.
El tema se desvía hacia la cantidad de aparatos que hoy en día tienen la posibilidad de conectarse a internet: demasiados. “Incluso, hasta algunos electrodomésticos hoy lo hacen. Entonces, las posibilidades de que algún virus malicioso aparezca ahora son mucho mayores”.
Eugene Kaspersky aprovecha de desmitificar la supuesta inviolabilidad de Apple. “Es más, Apple hoy en día tiene mucho menos seguridad que Windows”, asegura. Claro, eso también tiene que ver con el porcentaje de usabilidad que tiene el sistema operativo de Microsoft, que es cercano al 90% mundial, versus el de Apple, que apenas supera el 7%. “Es obvio que en ese sentido la mayoría de los ataques van a estar dirigidos hacia Windows, porque más gente lo ocupa”.
Así como ha sido citado en múltiples ocasiones por su famosa frase del 2009, cuando dijo que “todo el mundo debería tener su identificación personal, su pasaporte virtual para navegar por internet, una red que fue creada originalmente para científicos y militares”, también ha vivido momentos amargos. El 20 de abril del 2011, su hijo Iván, entonces de 20 años, fue secuestrado. Los criminales demandaron tres millones de euros por su devolución. Para su fortuna, la policía rusa fue capaz de liberarlo. Fue un duro recordatorio de que aun siendo un zar de la ciberseguridad no tiene protección asegurada en el mundo de carne y hueso.