A menudo, hablamos de las amenazas para ti y tus dispositivos. Pero no son solo las personas las que pueden sufrir las consecuencias de los dispositivos con una protección pobre. El tema de hoy es el riesgo que suponen las tecnologías modernas para los animales poco comunes.
Los científicos llevan tiempo empleando etiquetas especiales para aprender más sobre los hábitos y costumbres de los animales salvajes. Empezaron con objetos primitivos, como anillos con información grabada en ellos, pero el siglo XX trajo consigo métodos más tecnológicos. Estos dispositivos en miniatura permiten a los desarrolladores monitorizar los movimientos de los animales en tiempo real.
Los pocos elegidos
Los primeros rastreadores de este tipo aparecieron hace unas décadas. A diferencia de los años 90, los receptores GPS modernos son compactos y pueden funcionar durante mucho tiempo mediante baterías solares que no requieren ser remplazadas.
El elevado coste de la alta tecnología de los rastreadores GPS de larga duración solo se utiliza con unas pocas especies, normalmente las que están en peligro de extinción. La información que recopila el rastreador sirve para los intereses de la investigación de los científicos; además, estos dispositivos también actúan como una especie de sistema de alarma que avisa a los ecologistas si un animal está en peligro.
Pero ¿son seguros los rastreadores GPS?
Por desgracia, los rastreadores GPS y las cuentas que reciben la información son hackeables, lo que significa que la ubicación de los animales puede terminar en las manos equivocadas. Los cadáveres de animales poco comunes alcanzan precios altos en el mercado negro, motivo por el que los cazadores furtivos están dispuestos a invertir en los servicios de los hackers.
Aunque no se haya confirmado ningún caso en que se haya hackeado un rastreador GPS, los informes sobre ataques a animales que aparecen en las noticias no suelen ser alentadores.
Causa de la muerte: Popularidad
En diciembre del 2012, un collar GPS podría haber sido parcialmente la causa de la muerte de 832F, la loba más famosa del Parque Nacional de Yellowstone. Hembra alfa y líder de la manada, durante sus más de 17 años de vida la habían observado no solo zoólogos, sino también miles de amantes de la vida salvaje.
Por desgracia, su popularidad contribuyó a su muerte: 832F y otros ocho lobos con radiobalizas baratas y vulnerables fueron rastreados por cazadores locales que pensaron que estos animales eran una amenaza para su ganado.
Sigue sin estar claro cómo le siguieron la pista a 832F. Puede que los cazadores (que siguen siendo anónimos) hackearan el rastreador que llevaba esta celebridad o que investigaran sus hábitos, pues la información sobre sus movimientos lleva años siendo de dominio público.
El ojo del tigre
En 2013, se descubrió a un grupo de cibercazadores furtivos en el Parque Nacional de Panna, India. Al parecer, intentaban rastrear a un joven tigre de Bengala que llevaba un collar GPS que mandaba información a los científicos con datos sobre su ubicación con un margen de error de tres metros.
Los criminales intentaron hackear el buzón de correo del jefe del programa de rastreo, Krishnamurthy Ramesh. Aunque robaron correos de la cuenta de Ramesh, la cual empleaba para recibir información sobre el tigre, el ataque no tuvo éxito porque la información iba cifrada.
Mantente alerta
Ha habido otros casos en los que estas tecnologías diseñadas para proteger a los animales han terminado por ponerlos en peligro, lo que evidencia que la seguridad nunca está de más. Por tanto, los científicos siempre deben tener cuidado con las cuentas que emplean para recopilar información valiosa y replanteárselo antes de revelar la ubicación de animales poco comunes al público, aunque sus intenciones sean buenas.