Durante mis primeras dos semanas de la experiencia “biochip”, tuve tiempo para reflexionar sobre muchas cosas. El diluvio de preguntas de la comunidad empujó aún más este proceso: una cosa es cuando te quedas a solas con sus pensamientos y preocupaciones, pero cuando constantemente estás siendo bombardeado con preguntas y sugerencias, y vives en medio de una discusión sobre todos los aspectos del experimento, es una historia totalmente diferente. Las consultas llegaron incluso a abordar temas delicados, tales como la comodidad emocional y las implicaciones religiosas.
#BionicManDiary, entry 001: the story of how a chip was implanted into my body: https://t.co/tEawdUC2tj by @cheresh pic.twitter.com/dXwzYUdYSC
— Kaspersky (@kaspersky) February 26, 2015
Antes que nada, debo decir: nunca me arrepentí de lo que hice. Todo lo contrario, la cantidad de preguntas, así como los temas variados a los que llevó el experimento, son una prueba férrea de que toda la iniciativa no fue en vano, ya que esta tecnología es, en sí misma, un hecho controversial. Ahora bien, con el fin de evitar que ocurra “Blade Runner”, es necesario que mejoremos, redefinamos y depuremos esta tecnología seriamente.
Permítanme describirles todos los aspectos paso por paso. La sensación del chip debajo de la piel es lo primero a lo que uno debe acostumbrarse. Y al respecto debo decir que prácticamente no lo siento. Tal vez ese punto del cuerpo entre el pulgar y el dedo índice tenga un número muy pequeño de terminales nerviosas, o quizás, por el contrario, la cirugía haya sido un gran éxito. La cuestión es que el chip parece haber encontrado un lugar cómodo para habitar.
No obstante, hay ciertas veces que sí lo siento dentro de mi mano. Cuando levanto cosas pesadas como las bolsas de las compras, siento como el chip se mueve unos milímetros hacia mi dedo índice.
Otras veces, me despierto y encuentro que el chip viajó a otra parte durante la noche. No hay nada malo en ello, ya que la distancia máxima que puede recorrer es el equivalente al diámetro de una moneda.
Después de haber vivido de esta manera durante un par de semanas, debo decir lo siguiente: si bien la idea de implantarme un chip ha sido, en muchos aspectos, maravillosa (voy a señalar cada una de sus ventajas en la próxima entrada del blog), lo primero que debe cambiarse radicalmente es la forma del chip.
Los biochips de hoy, en general, se ven así:
El contenedor está hecho de un vidrio bio-compatible USP absolutamente liso y duro que no es rechazado por el cuerpo y que almacena un pequeño circuito con una serie de funciones lógicas: un bloque de lectura/escritura y un bloque de memoria que se activa en el campo del receptor RFID.
Eso significa que el chip se activa sólo cuando se encuentra en la proximidad de un determinado objeto, tal como un lector de pago para tarjetas de crédito.
En general, funciona bien. Sin embargo, dado que el dispositivo está pensado para permanecer por un tiempo prolongado debajo de la piel, su forma no es la ideal.
Dónde ubicar el chip, según Da Vinci
Primero que nada, el lugar entre el pulgar y el dedo índice no resultó ser la mejor zona para colocar el chip, dado que en la práctica diaria no resulta conveniente. Por ejemplo, cuando paso por la puerta de pago del metro, lo que hago intuitivamente es un gesto de deslizar o tocar el lector con el puño o la muñeca.
Durante este último tiempo me acerqué a muchísimos lectores, y puedo asegurar que el chip debería emplear las mismas pruebas de usabilidad y experiencias de usuario que las aplicaciones móviles. Es la lógica de la navaja de Ockham. Albert Einstein lo dijo claramente:
“Haz las cosas tan simples como sea posible, pero no más sencillas”.
El chip debería ser colocado de tal manera que permita una cómoda interacción con cualquier dispositivo al alcance de la mano. Da Vinci ya había planteado este enfoque en su bosquejo del Hombre de Vitruvio.
Mientras caminaba por el metro, el edificio de oficinas y los centros comerciales (el chip todavía no sirve como medio de admisión, aunque los lectores reaccionan ante su presencia), iba identificando los puntos en los que podría ser adecuado el uso del chip:
En lo que a mí respecta, la zona más conveniente para implantar este dispositivo sería en el centro del lado exterior de la mano. Si el chip se implanta en este punto, el portador podría desbloquear cerraduras, pagar en terminales de punto de venta, interactuar con teléfonos inteligentes y pagar el transporte público con un movimiento natural.
#2 en mi lista personal de mejores lugares está la zona del dorso de la mano, es decir, entre el dedo meñique y la muñeca: si cierras el puño, verás que allí se forma una pequeña arruga en donde el chip podría ser implantado.
#3 El tercer lugar se encuentra entre los nudillos. En este caso, con el fin de interactuar con un lector, podrías tocarlo ligeramente con el puño, el cual es un movimiento muy intuitivo.
En realidad, no hay ninguna solución ideal aquí. Para que una zona de implantación sea universal, debemos unificar todos los lectores del planeta.
Pero, incluso si decidiéramos hacer esto último, tampoco sería nada fácil. Las personas pueden variar en altura, ser diestros o zurdos, tener problemas en las extremidades o incluso no tener extremidades en absoluto.
Para atender a los intereses de toda la humanidad, tendríamos implantar varios chips en un mismo sujeto. Así, podríamos interactuar y realizar diversas tareas, tal como lo hace una pequeña red local.
Técnicamente, esta opción es plausible, pero está ligada a varios riesgos de seguridad adicionales: potenciales atacantes podrían tener acceso remoto a los datos compartidos entre los chips mediante el uso de una antena de haz – un método ampliamente utilizado para perpetrar ataques vía Bluetooth.
El Biochip tiene que echar raíces
La ubicación del chip es sólo una pequeña parte de un problema más grande. ¿Recuerdas que dije que el chip se desplaza debajo de la piel? Este problema también tiene que ser resuelto. Empleé todas mis habilidades de gestión de productos y veo la siguiente solución:
Para que un biochip se convierta en un dispositivo fácil de usar, tiene que ser reformado y adaptado para atender las necesidades de los usuarios. El principal requisito en este sentido depende de la condición del propio chip:
- Antes y durante el proceso de implantación.
- Luego de la implantación.
- Antes de la extracción (en caso de que el portador, por alguna razón, decida deshacerse de él).
En su primera condición, el chip debe ser liso y compacto con el fin de pasar por debajo de la piel de la mejor manera posible y ser absolutamente impalpable. El chip también debe permanecer en modo de espera y desactivado.
Después de la implantación, el usuario debe ser capaz de hacer dos cosas esenciales. La primera de ellas es poder invocar el chip, literalmente: la única vez que el chip se siente perfectamente y no se mueve debajo de la piel es cuando echa raíces en el cuerpo del usuario.
Para que esto ocurra, el chip necesita hacer crecer ‘raíces’ muy delgadas para fijarse de manera estable en el organismo vivo y convertirse en parte de éste. Al mismo tiempo, estas “raíces” funcionan como medio para que el chip se encienda o se conecte al sistema neuronal.
Sin embargo, podría llegar el momento en que el usuario quiera deshacerse del chip, ya sea que desee actualizarlo, reemplazarlo por uno más sofisticado o porque padece tecnofobia.
En tal caso, tendría que poder acceder de inmediato a sus datos personales, cifrarlos y enviarlos a la nube, para que el chip sea destruido definitivamente. Para eso, se necesitará de un escalpelo, anestesia y unas pinzas. Aunque también existe otra opción: estos chips se disuelven solos una vez que son desactivados.
El segundo requisito: Simbiosis
Hubo una pregunta recurrente entre los lectores: “¿Los delincuentes podrían cortar la mano de los usuarios para poder usar el chip?” Por desgracia, debo admitir que es bastante factible.
Existen millones de cosas que los criminales tendrían que conocer para realizar un ataque brutal como este. En primer lugar, saber exactamente dónde se encuentra el chip, y, en última instancia, asumir que cortar un trozo de carne viva es mucho más complejo que robar contraseñas a través de Internet, por lo que el criminal tendría que encontrarse en una situación extremadamente desesperada. No obstante, en general, es un punto justo.
Me talking to office security ppl explaining how the biochip in my hand would be used as office key #BionicManDiary pic.twitter.com/l99jgYdwld
— Evgeny Chereshnev (@cheresh) February 25, 2015
Para evitar esta vulnerabilidad, el chip tendría que volverse completamente inoperable cuando se lo separa del portador legítimo. Si el chip fuera extraído de esta forma del cuerpo, tendría que dañarse sin posibilidad de reparación.
Deben existir métodos para evitar los robos en todos los escenarios posibles. Para reducir las probabilidades de que el chip sea hackeado, podrían emplearse otros factores de autenticación, tales como el reconocimiento de voz o un token de hardware situado en un lugar conocido únicamente por el propietario legítimo.
Siéntete en la libertad de plantear en los comentarios los escenarios que se te ocurran: ¿cómo ves el uso del chip? ¿Qué casos de uso deben tomarse en cuenta? De esto se trata el experimento. Poner a prueba las ideas más locas podría allanar el camino a importantes descubrimientos.
#BionicManDiary, Entrada 002 – El día en que el chip comenzó a moverse y girar en la noche
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La próxima entrada se centrará en dos cuestiones: cómo me las arreglé para eludir la contraseña de mi propia biochip, con el fin de desbloquear mi teléfono, y los resultados que quiero transmitirles a los desarrolladores de aplicaciones.
PD: Todos los post del blog y tweets sobre este tema se pueden encontrar con el hashtag #BionicManDiary
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Traducido por: Guillermo Vidal Quinteiro