Los peligros de los coches autónomos

La aparición de coches autónomos podría significar el fin de los vehículos personales como los conocemos. Así es cómo se podría desarrollar la cuestión.

La palabra automóvil significa que se mueve por sí mismo. A lo largo de más de un siglo de historia, los automóviles han evolucionado y cada vez sustituyen más el proceso humano de conducción. Hace muchos años, se tenía que arrancar el coche con una palanca; dichas características, como la transmisión automática, el control automático de velocidad y el frenado automático aparecieron muchos años después.

Y ahora, estamos presenciando la aparición de coches totalmente autónomos que no requieren de conductor. Desde el punto de vista del hardware, no hay nada particularmente complicado en esos vehículos. Las ruedas, el motor, el volante, los frenos y varios servos son los mismos que tienen los coches normales.

Las cámaras integradas que vigilan la carretera y los otros coches no son nada nuevo tampoco. Los sistemas de detección de señales de tráfico y los dispositivos de navegación por satélite con mapas detallados están disponibles incluso en los modelos de gama media. Los coches normales también pueden detectar imperfecciones de la carretera; por ejemplo, algunos modelos de Mercedes se basan en dichos datos para adaptar su suspensión para que el coche vaya con más fluidez por la carretera.

Solo hay un obstáculo técnico para nuestro futuro totalmente libre de conductores: una capa de software capaz de gestionar los sistemas tan bien como para reemplazar a un conductor humano. Pero surgen otros retos y no todos ellos tienen que ver con las tecnologías.

El mundo ya ha oído hablar de la fatalidad de los coches robóticos: un Tesla con un error en su sistema de detección falló en la detección de un camión que pasaba justo enfrente de él. La persona que iba en el asiento de pasajeros no se dio cuenta de la situación (puede que estuviera viendo una película en el momento).

¿A quién culpamos por el accidente? ¿Al conductor del camión? Debería haber tocado la bocina al Tesla, el cual tenía derecho de paso. ¿Al propietario del Tesla? No iba conduciendo. ¿Al fabricante? La compañía tampoco conducía ese desafortunado vehículo.

O veamos otra situación: imagínate un accidente inevitable que la computadora de a bordo conoce (digamos que un niño de repente aparece en la carretera). Siguiendo las reglas de la seguridad vial, el conductor debería accionar el freno de emergencia sin cambiar su dirección. Eso significa que el piloto automático del coche, el cual sigue las reglas ciegamente, atropellaría al niño, mientras que una persona rompería las reglas y giraría el volante para estrellarse contra, digamos, un poste. Esa es la mejor opción; el conductor seguramente resulte ileso gracias a las bolsas de aire.

Veamos otra: un alce se precipita hacia la carretera. Si se siguen las normas, habría una colisión con este y los integrantes del coche (y el mismo coche) saldrían con graves heridas. Aun así, normalmente, un conductor intentaría esquivar el alce y volver al camino tras ello. De hecho, esta maniobra tiene un nombre: la prueba del alce. Si todo va bien, el conductor simplemente continuaría su camino; en el peor de los casos, el coche se saldría de la carretera o patinaría, pero probablemente sin impactar.

Soluciones

¿Cómo deberíamos resolver este problema? Después de todo, los conductores deben tomar docenas de decisiones cada vez que se ponen al volante. Podríamos hacer que la computadora de a bordo fuera más lista: hacerle capaz de distinguir entre diversos objetos, considerar diferentes variables y así se solucionarían algunos problemas causados por situaciones inusuales. Si ve un objeto parecido a un alce corriendo hacia su trayectoria, el coche podría maniobrar inmediatamente. Si ve a un niño corriendo hacia el coche, podría analizar de inmediato los alrededores para asegurarse de que no hay peatones y buscar algo relativamente seguro contra lo que chocar, como un poste.

Parece una buena solución: con algoritmos suficientes, los coches sin conductor podrían hacerse realidad de verdad. Pero no es tan simple.

Échale un vistazo a los resultados de una encuesta de Cognitive Technologies, una compañía que diseña sistemas automatizados para coches. Lo interesante de este informe es el gran número de encuestados: 80,000 personas de 47 regiones de toda Rusia (gente normal y corriente, como tú y yo).

Los resultados mostraron que, en el caso de que un peatón apareciera frente al coche y otro coche se aproximara por la vía contraria, solo el 59% de los encuestados consideraría salirse de la carretera para evitar la colisión. Por sorpresa, el 38% dijo que atropellaría al peatón. Un 3% dijo que maniobraría para colisionar con otro coche, presuntamente esperarían que el otro coche se salga de la carretera para evitar el choque.

Si muchos peatones aparecieran frente al coche en marcha, el 71% de los encuestados dijo que se saldría de la carretera y el 26 % dijo que atropellaría al grupo de peatones.

Curiosamente, en el caso de que de repente apareciera un perro, el 55% de los conductores lo atropellaría. Es más, en el caso de que un perro apareciera en la trayectoria del coche, los conductores tendrían la opción de accionar el freno de emergencia, lo que causaría que el coche tras él le golpeara. Solo el 40% de los encuestados eligió esta opción.

Otra encuesta, llevada a cabo por investigadores americanos, obtuvo peores resultados. Según el informe, la gente cree que los vehículos autónomos deberían priorizar la vida de los peatones a expensas de la del pasajero. Cuanto mayor sea el grupo de peatones, más justa consideran los encuestados esta opción. Por ejemplo, si el grupo es de diez peatones, el 76% de los encuestados dijo que el coche robótico debería salvarlos y matar al pasajero.

Pero esta honorable postura se vino abajo en cuanto la pregunta involucró a los miembros del hogar. Cuando se les preguntó si comprarían un coche que les mataría a ellos o a los miembros de sus familias para salvar a unos peatones, solo el 19% se quedó con la opción por el bien mayor.

La conclusión está clara: la convicción de las personas sobre la toma de decisiones de los coches robóticos depende de sus relaciones personales con las personas en situaciones hipotéticas.

¿Qué deberían hacer los fabricantes? No todo el mundo estará a favor de los algoritmos que los fabricantes implementen en sus coches sin conductor, lo que significa que habría un aumento en demandas tras un accidente de tráfico. Pero si los propietarios fueran los encargados de programar sus coches, podrían hacer algo mal o abrir el sistema a ataques de hacker.

Con ello en mente, creo que los coches autónomos del futuro (y creo que aparecerán de cualquier modo) podrían hacer que el concepto de tener un coche en propiedad fuera inviable. En su lugar, los coches sin conductor pertenecerían a compañías de transporte, por lo que cualquiera podría pedir uno a través de una aplicación tipo Uber.

Este tipo de planteamiento haría caer el número de coches para transportar el mismo número de personas que tiene el coche hoy en día. Mejoraría muchos problemas, como el tráfico, el número de lugares de estacionamiento insuficientes y los taxistas con habilidades de conducción y de comunicación que distan de ser perfectas.

Los peatones podrían ir equipados con beacons (como ropa fluorescente, la cual tienen que llevar en Europa cuando oscurece), eliminando así la situación en la que el coche tenga que elegir entre atropellar a un peatón y matar a un pasajero. Un problema menos, pero aún quedan unos cuantos.

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