Por mi parte, le doy la bienvenida al nuevo rey de los chatbots

Los chatbots poderosos pueden reemplazar la comunicación de la vida real (y tomar el control del mundo).

La gente prefiere enviar mensajes que hablar. Un 65 % preferiríamos tener una larga conversación por WhatsApp a realizar una llamada de un minuto o quedar en persona. Enviamos mensajes mientras manejamos, a pesar de que sabemos que es peligroso. Aunque cuando se trata de seguir tradiciones, las familias puede que sigan sentándose a comer juntos, pero cada vez es más común que se envíen mensajes con otras personas.

Simplemente tenemos demasiadas personas con las que hablar, demasiados contactos que mantener (puede que vivir como un introvertido digital sea más fácil, lidiando con los demás a tu ritmo, que gastar energía en conversaciones del mundo real que no sabemos cómo empezar o terminar y sin ganas de dar explicaciones cuando no tenemos un buen momento).

Al ser tan popular la acción de chatear, no es sorprendente que nuestro mundo esté lleno de chatbots. A veces se han creado para reemplazar la compañía del mundo real y otros tienen funciones específicas. Los chatbots también están sufriendo una alta demanda en la parte corporativa: son trabajadores que no tienes que tratar bien, no tienen emociones y hacen exactamente lo que se les ha programado que hagan. El bombo de los chatbots llegó cuando la plataforma Telegram integró una API completa. Muchos negocios se sumergieron en crear chatbots: bots de atención al cliente, bots de soporte, bots entrenadores, bots porno, etc.

La cuestión es: ¿de verdad necesitamos tantos chatbots en lugar de personas reales? Los humanos somos trozos de carne complicados, experimentamos empatía incluso cuando tratamos con algo que no tiene vida (tu coche puede tener género, tu iPhone un nombre y la lista sigue).

Con los chatbots, parece que proyectamos ciertas emociones hacia esos scripts y de algún modo empezamos a creer que están vivos, otorgándoles una personalidad que no tienen. Este fenómeno no es nuevo, mira Siri de Apple, la madre de los bots modernos.

Considera las posibilidades. Finjamos que los bots son, en realidad, una nueva tendencia y que cada compañía del mundo desarrollará uno o dos (o cien, uno por cada actividad de marketing). Por cierto, eso es exactamente lo que está sucediendo.

¿Cómo será el ecosistema? Grandes listas de contactos con conexiones artificiales serán mayoría y las personas reales serán una minoría. Los chatbots te hablarán, te enviarán emojis, pegatinas, fotos graciosas de gatos y enlaces. Pero no te engañes, también aprenderán de tu comportamiento y harán todo lo que puedan para venderte lo que sus dueños quieren que compres.

Eso es lo que pasa cuando tienes tecnología futurística gestionada con una mentalidad desfasada. Y solo es la punta del iceberg: los problemas de ciberseguridad existen. Los chatbots son una mina de oro para la ingeniería social y los delitos. Analizan el comportamiento de las personas y aprenden de él.

Phishing, ransomware, robo de credenciales, de identidad y de tarjetas de crédito (todo ello será más fácil para los hackers una vez que obtengan nuevas herramientas capaces de hablar con personas en apuros mediante sus patrones de comportamiento). Básicamente, un bot infectado te diría exactamente lo que quieres oír, justo cuando lo esperas para que no tengas sospechas.

Y eso es solo hackear a un nivel básico. Aun no se han desarrollado las peores técnicas. ¿Qué hay de la duplicación de identidad? Los chatbots son una calle de doble sentido: cuando hablas con uno, aprende rápido y, con los ajustes adecuados, no solo puede aprender a ser más efectivo a la hora de hablarte, sino a copiar tu comportamiento para hablar con terceros. Por cierto, eso es exactamente lo que hace el chatbot de la aplicación de mensajería de Google, Allo.

¿Qué podría hacer un bot dañino que tiene acceso a tus credenciales y que sabe cómo imitar el modo en el que chateas con la aplicación bancaria de móvil o con el sistema de chat de una empresa como Slack o Lynk? Bueno, algunos elementos de ciencia ficción empiezan a parecer más realistas.

Ahora, piénsalo un momento: ¿es lo que necesitamos en nuestros chats?

Mi opinión personal es que no. No digo que los bots sean del todo una mala idea, ni que estén condenados al fracaso. ¡Todo lo contrario! Aun así, estoy del todo seguro de que tan pronto como la tecnología no tenga las limitaciones del cuerpo humano, no necesitarás cientos de ellos. Un bot podrá hacerlo todo: dar soporte, chatear contigo, gestionar tus reuniones y otras muchas cosas. Creo que un asistente personal de aprendizaje automático es del todo viable y, de hecho, tiene mucho potencial, científica y económicamente hablando.

Y aquí es donde nos topamos con otro “pero”, quizá más problemático que el de la ciberseguridad. Siendo realista, solo cinco compañías en el mundo actual pueden crear un “bot global” y beneficiarse de él: Apple, Google, Microsoft, Amazon y Facebook.

Estos chicos procesan big data (¡muchísimos datos!) y les ayuda a crear el mejor servicio bot de su clase. Con acceso a petabytes de información personal, los bots de estás compañías serán los más listos, los más adaptables, los más precisos y los que aprenden más rápido. ¿Y qué pasa con los bots que ya existen? Solo somos beta testers que mejoran los métodos de hoy para los grandes.

Por desgracia, como puedes ver, los chatbots no son en realidad para chatear, es su función pero no su objetivo. ¿Su objetivo? La investigación masiva de marketing que, finalmente, será muy provechosa para algunos negocios y la ciberdelincuencia es uno de ellos.

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