Una apuesta riesgosa: 24 horas sin mi smartphone

¿Una botella de tequila a cambio de pasar un día sin celular? ¿Podré hacerlo? ¡Qué fácil!, pensé. Efectivamente, no es algo tan fácil hoy en día.

No suelo apostar, y tampoco es fácil que me atraiga la idea, pero esta vez no me pude resistir. Un amigo me hizo esta apuesta: “Una botella de un buen tequila a cambio de pasar un día sin mi smartphone”. ¡Qué fácil!, pensé. Hace apenas 20 años los celulares eran poco comunes, y no se diga de los smartphones. No estuvo tan mal. Sí podríamos vivir sin ellos.

¡Y empezó la apuesta! Apagué el smartphone y lo guardé en el cajón. Dejé un mensaje en Facebook diciendo que no estaría disponible en mi teléfono ese día. Desactivé mi autenticación de dos pasos de Google con una contraseña de un solo uso enviada a mi teléfono. Me quité el smartwatch para que la apuesta tuviera sentido. Y llegó la hora de dormir.

No, aún no, ahí llegó el primer problema. Soy una persona nocturna y la alarma de mi smartphone es la que me suele despertar. Hace algún tiempo, tuve un despertador de verdad que hacía tic-tac y se escuchaba toda la noche, y por las mañanas sonaba con un tintineo muy molesto. No tengo idea de dónde está ahora.

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Empecé a navegar por Internet. ¡Hurra! Encontré muchas alarmas disponibles para Windows, que pueden despertar la computadora del modo de hibernación. Me dormí sintiéndome orgulloso de mi ingenuidad, completamente inconsciente de lo que me esperaba al siguiente día.

Durante el desayuno suelo checar mi correo electrónico y leer las noticias en mi smartphone. Ahora, tuve que sentarme con la computadora para no dejar mis hábitos por un día. Derramé el café sobre el teclado, pero pude evitar las consecuencias de alguna manera. Recibí un correo de mi jefe diciéndome que tenía que ir a la oficina de nuestros socios para una reunión.

Salí de la casa. Con un hueco en el bolsillo derecho de mi pantalón. Es donde suelo guardar mi teléfono, y sentía como si lo hubiera dejado y tenía que volver por él. Pero no, no lo hice. No pasa nada – me espera un tequila, pensé.

Me subí al coche. Sin música del teléfono, pero pude escuchar la radio.

Logré entrar relativamente rápido a la ciudad, pero luego me falló la memoria visual. Solo había ido una vez a la oficina de nuestros socios, y para colmo, me había ido con alguien más. Desee tener un GPS o por lo menos un mapa en la guantera. ¡Me pregunto por qué lo tiré!

Quería llamar a mi jefe, que se suponía que estaba en otra reunión, pero no pude recordar su número. Nunca he intentado aprendérmelo de memoria – no había tenido la necesidad. Su número estaba guardado en mi teléfono, era todo lo que necesitaba. La situación me hizo recordar un artículo que leí sobre una investigación que comprueba que el 91% de americanos ha admitido depender de sus dispositivos y del Internet como una extensión de su memoria, así que no estaba solo en esto.

Mi próxima aventura me esperaba en la gasolinera de camino al trabajo. Al dar mi tarjeta para pagar, no me acordaba del PIN. De hecho nunca me lo he aprendido. Todo está almacenado en mi teléfono, incluso las contraseñas. Ahora, mi teléfono estaba en un cajón. Después de 3 intentos fallidos, me rasqué la cabeza avergonzado, mientras otras personas me quedaban viendo.

Ahora lo que tenía que hacer era llamar al banco desde la oficina para que me desbloquearan la tarjeta. Pero tampoco me sabía la palabra clave. ¡Agh!

Sin tener otras tarjetas a la mano, tuve que juntar todo mi efectivo y pagar por la gasolina que me alcanzara, antes de volver a la oficina.

Ahora lo que tenía que hacer era llamar al banco desde la oficina para que me desbloquearan la tarjeta. Pero tampoco me sabía la palabra clave. ¡Agh! ¿Tal vez tendría que haber entrenado mi memoria con vitaminas? Y, ¿tal vez olvidarme del tequila?

Llegué a la oficina cerca de la hora del almuerzo. Mi jefe resopló un poco pero no dijo nada. Resulta que en mi ausencia habían estado enviando correos sobre mi proyecto. Y me lo había perdido todo exitosamente.

Sin embargo, las cosas estaban mejorando teniendo a mi disposición el Internet de la oficina. Además, mi problema financiero se había resuelto adivinando mi palabra clave con todos los nombres de todas las mascotas que conocía. ¡Fue un milagro!

La siguiente prueba fue durante mi almuerzo. Mientras todos mis compañeros de trabajo se entretenían con sus dispositivos, yo me sentía rechazado, así que intenté aplicar la comunicación verbal. Quería tomar una foto de la sociedad introvertida para subirla a Instagram con un comentario sarcástico, pero desgraciadamente, no tenía concedido el júbilo de la venganza digital ese día. Debía tener un almuerzo análogo.

El resto del día fue muy incómodo. Mis compañeros de trabajo continuaron expresando su indignación, preguntando por qué no me podían contactar por teléfono. ¡Por qué! ¡Por qué! Porque mis llamadas de trabajo se redirigen a mi celular, claro. Y estaba desconectado.

Llegué tarde a la reunión. El recordatorio de Outlook hizo bien su trabajo, pero estaba fuera de mi área de trabajo en ese momento. Y mi smartphone estaba en casa, en el cajón.

Mi esposa llamó al número corporativo desde su viaje de negocios. Su voz sonaba un poco molesta. Diciéndome: “¿Por qué no felicitaste a mi madre en su cumpleaños?” ¿Por qué no contestabas el teléfono? ¿Estás intentando ignorarme o discutir conmigo? En realidad yo no estaba intentando discutir: todas las fechas importantes de cumpleaños están en mi smartphone, al igual que el de mi suegra. Pensé que debería considerar comprar una libreta de verdad como tenía hace 20 años.

La tarde la pasé en el tráfico de la Ciudad de México. Normalmente utilizo una aplicación para elegir una ruta donde haya menos atascos. Sin embargo, tuve que confiar en mi instinto esta vez.

Aun así, gané la apuesta y mi botella de tequila, aunque haya tenido que pasar un día muy difícil y con muchas complicaciones. Incluso aprendí un par de lecciones de esta apuesta.

La primera lección: es posible sobrevivir sin el celular en una ciudad grande, pagando un precio considerable de ir a paso lento. Sin embargo, no te puedes permitir vivir así el día a día porque te conviertes en una persona cero competitiva. Sin embargo, los días no-digitales deberían ponerse en práctica durante las vacaciones de verano o un picnic, solo para sentirse libre.

Y la segunda lección: los dispositivos han ido cubriendo nuestras funciones vitales. Si un teléfono se pierde, se rompe o lo roban, ésto perturba demasiado al dueño, tal y como si perdiera un brazo o algo por el estilo. Así que, por favor, no se olviden de respaldar sus datos y de echarle un vistazo a Kaspersky Internet Security para Android, una aplicación muy útil.

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